Imaginad una ciudad que se extiende casi infinitamente llena de casas tradicionales, rascacielos y montañas, con una cultura de más de 3.000 años de historia y que ha sido el puente entre China y Japón, donde conviven cerca de 24 millones de personas en un área metropolitana tan grande como la Comunidad de Madrid y que es atravesada por el imponente río Han… y ahora, ¡imaginad toda la comida que puede haber en un sitio así!
Seúl es un paraíso gastronómico que merece unas cuantas visitas, con platos que van desde los tradicionales de la realeza hasta las nuevas tendencias gastronómicas, pasando por todos los tipos de comida callejera que abarrotan las calles. Es por eso que nos ha sido imposible juntar en un sólo post todo lo que comimos allí (habría quedado demasiado largo) y hemos preferido dividirlo en dos partes. Y dicho esto y sin más dilación, empezamos con la primera.
1. Desayunos y meriendas
¿Capital de foodporn? Probablemente. Seúl tiene una oferta para disfrutar del azúcar sin precedentes, con propuestas que son toda una ida de olla (cafeterías temáticas de Hello Kitty, Line o retretes, otras con ovejas y mapaches viviendo en su interior, …), coloridas y llamativas. Pero os vamos a ser sinceros, nosotros hemos pasado un poco del foodporn y optamos por la calidad de una buena cafetería de especialidad, helados artesanos, donuts caseros y esas cosas que tanto nos gustan.
Un dos en uno: cafetería de especialidad y tienda de revistas y objetos, con un precioso diseño industrial en donde disfrutar de una taza de café de Bonanza Coffee Roasters y té de Althaus Tea. La parte de comida es reducida, está más pensada en algo simplemente para acompañar la bebida, y cuenta con algunos dulces pequeños como scones o tartaletas. Como curiosidad, los domingos tiene sesiones de DJs.
En este micro tostador os recibirán con música clásica a todo trapo y café elaborado por algunos de los mejores baristas de Corea, el cual tuestan ellos mismos en muy pequeños lotes en un tostador de tambor de manivela, dándole un sabor completamente diferente al de otras cafeterías de la ciudad. Eso sí, no esperéis más que café, algunos tés (los fríos están impresionantes) y con suerte tiramisú, que podréis disfrutar en su enorme mesa.
¿Qué sería de nosotros sin los donuts? No hay ciudad que se nos resista y en Seúl encontramos un pequeño local con ambientación marinera para comer coloridos donuts rellenos de fresa, marshmallow, tiramisú, mantequilla de cacahuete… Y para acompañarlos tenéis café, el cual podéis coronarlo con un mini donut (tube latte), tés, limonadas y otras bebidas, como la ginger lemon honey ade, que os ayudarán a bajar los donuts y a refrescaros en verano.
Con dos locales, uno en Gangnam en lo alto de un edificio que alberga una tienda de decoración y una librería (muy instagrameable, por cierto) y otro en Seodaemun-gu (si estáis por la zona, id también a la librería Your Mind), Manufact es una cafetería en la que la única bebida que encontraréis es café, y uno de los cold brews más ricos que recordamos. Un consejo: si compráis café en grano os regalan una consumición.
Una de las cafeterías de especialidad más conocidas de Seúl, y de las primeras de la ciudad. Además, cuentan con su obrador propio en el que elaboran una deliciosa repostería y panes que os harán coger fuerzas para afrontar las jornadas maratonianas de turismo. Tienen varios locales, pero si vais al de Mapo-gu podréis ver el tablón con las horas a lo largo del día en las que sale del horno cada producto. Su carta de bebidas consta principalmente de café, pero también tienen otras opciones como chocolate caliente o frío, su Avocado Shake y algún que otro té (aunque nosotros probamos uno y no fue muy acertado).
Su nombre significa «jardín para beber té» y es uno de los salones de té más mágicos que podéis encontrar en Seúl. Se encuentra dentro de un hanok y es todo un remanso de paz en el que pasar horas y horas alrededor de una taza de té. Tras descalzaros para cruzar su puerta os acomodarán en mesas bajas para sentarse en el suelo, junto a los ventanales con unas preciosas vistas a las ciudad desde su privilegiada localización en lo alto de una colina (si tenéis la suerte de ir durante el atardecer el lugar cobrará un impresionante color oro). Su extensa carta, como era de esperar, se centra en el té, contando con variedades coreanas como el té de muérdago, el verde coreano o el de jínjol, para tomar calientes o fríos. Además los podéis acompañar con dulces típicos como los pastelitos de arroz.
Seguimos en un hanok, aunque esta vez nos adentramos en uno que aúna arquitectura tradicional coreana y minimalismo moderno, con un jardín para perderse tomando café, té o su impresionante cheesecake de textura suave y un riquísimo sabor a queso. Como dato curioso, Bear Cafe es obra de Design Eum, un grupo editorial de revistas de lifestyle como Bear Maganize o Kinfolk Korea, cosa que explica la cuidada estética del sitio.
Una buena opción para descansar en el barrio universitario es acercarse a Scope a por una de sus botellas de cold brew, café con leche de almendras, té con leche o probar su resultón affogato. Además cuentan con un buen surtido de repostería casera con brownies, bizcochos, crumble de fresa, rollos de canela…
Esta heladería especilizada en soft ice cream es todo un laboratorio en donde experimentar con sabores y toppings de todo tipo hasta conseguir que tu helado sea lo más instagrameable del mundo (aunque el nuestro no tanto): con algodón de azúcar, chocolate, siropes que vienen en pequeños goteros, corazones de merengue, petazetas, chips de miel… O, si sois incapaces de decidir, siempre os quedará elegir uno de los menús especiales que proponen y que podéis ver cómo quedan en su mostrador.
Es hora de saborear la costa oeste americana, pues esta heladería artesana inspirada en San Francisco (su nombre viene del cruce de dos calles de la misma ciudad) sorprende por su loca propuesta de «Gastronomic Ice Cream for Foodies» con cremosos sabores y estrambóticos nombres: Youth Potion nº6, Just Boring Vanilla, Tough But Soft, Vintage Cognac… además cuentan con opciones veganas y helados para perros. Sólo le ponemos una pega: son muy caros (4€ por una bola), aunque también es cierto que en general en Seúl el helado no es nada barato, se pida donde se pida.
La antracita da nombre a esta cafetería de especialidad y tostador de estética industrial que cuenta con tres locales en la ciudad. Nosotros decidimos ir al de Hapjeong, que se encuentra en una antigua fábrica de zapatillas, de la que conservan maquinaria y que ayuda a crear un aura oscura e íntima en su interior. Como es obvio, aquí tendréis café, pudiendo elegir el blend (importante: por la compra de café en grano os regalan una consumición), tés, limonadas, chocolate caliente, zumos… y repostería para acompañarlos.
¡Marchando unos bagels! Normales, de leche con miel, aceituna negra, cebolla, volcano y otros tantos sabores para probar. Y para rellenarlos podréis elegir (pagando aparte) entre cremas de queso, arándanos (de las mejores), tomate, nueces, higos… Además de que están buenísimos y los sirven con una presentación muy cuidada, el espacio, que ocupa un edificio entero en el que se encuentra el obrador y un tostador de café, cuenta con una bonita azotea con vistas a la ciudad.
Seúl es un paraíso para hacer un estudio de interiorismo en cafeterías, y Watco (What a Coffee!) nos conquistó por su café, su tostada con mantequilla (los coreanos hacen bonito hasta una cosa tan simple) y sus dos ambientes: uno interior con mesas y bancos junto a sus grandes ventanas, y otro exterior con un jardín en el que, si no hubiera sido por las altísimas temperaturas del verano, habríamos pasado varias horas. Como curiosidad, la cafetería está asociada a una tienda de sneakers que se sitúa al lado.
2. Comidas y cenas
Elegir dónde comer va a ser el mayor de vuestros problemas debido a la enorme oferta que hay por toda la ciudad: barbacoas coreanas, locales de fideos, pollo frito, mercados y puestos callejeros (aunque de estos últimos os hablaremos en el segundo post). Eso sí, antes de aventurarse a comer sin parar os dejamos una serie de consejos para que os adaptéis a la cultura coreana en un santiamén:
En todos los sitios os darán agua o contarán con una máquina de agua filtrada, tanto fría como caliente, para que podías saciar vuestra sed. Y nadie os va a mirar mal si no pedís nada más de beber.
Os traerán todos los platos a la vez, y vendrán con una gran variedad de banchan (pequeños cuencos con acompañantes como el kimchi, verduras al vapor, patatas…)
A la hora de pagar deberéis acudir al mostrador en lugar de esperar a que os traigan la cuenta a la mesa.
Con una población que roza los diez millones de personas sólo en la ciudad, es normal encontrarse colas en los sitios más de moda. En estos casos os tocará esperar, pero para agilizar os irán dando la carta para que podáis pensar lo que queréis pedir. Muchas de estas cartas vienen sólo en coreano, así que os aconsejamos tirar de fotos de Google, Instagram o Tripadvisor con los platos que queráis probar.
En algunos sitios, al pedir os asignarán un número en perfecto y comprensible coreano, así que mirad muy bien quién tenéis delante o estad muy atentos por si veis vuestra comida, aunque los coreanos son tan amables que estarán pendientes de vosotros 😉
Vale, el pollo frito no es un plato que podamos llamar típico coreano, pero lo han adoptado desde Estados Unidos como si lo fuera, con su propia receta y friéndolo dos veces para darle un extra de crujiente. Lo veréis por todas partes y cuenta con cadenas especializadas, como Kkanbu Chicken, donde el pollo es crujiente y tierno. Eso sí, hay que vivir la experiencia completa y acompañarlo con cerveza, una de las combinaciones más populares para pasar horas de charla con los amigos en Corea del Sur y llamada chimaek, nombre que viene de unir «chi» de chikin (pollo) y «maek» de maekju (cerveza). Todo un acto social que podréis disfrutar en cualquier parte de la ciudad. Y si os apetece algo más fuerte pedid somaek, soju con cerveza.
Tras una pequeña puerta y bajando las escaleras se encuentra un paraíso de fusión coreana y japonesa. Aquí encontraréis una carta muy breve en donde destacan el omurice (tortilla hecha con arroz frito y que es todo un espectáculo cuando se corta) y lo que realmente nos movió a visitar este local: el katsu sando, sandwiches de pan de molde tostado rellenos de un crujiente y tierno tonkatsu con salsa dulce. Una maravilla que nos encantaría poder comer a todas horas.
* Mientras escribíamos el post hemos visto que están en proceso de mudarse.
El «it place» de Seúl durante nuestra visita, con una cola de aproximadamente media hora en la que os ofrecerán botellas de agua fría para hacer la espera más llevadera en verano. ¿Y el hype a qué se debe? Pues por una parte por la decoración y el ambiente del local, y por otra por su propuesta de platos tradicionales coreanos y japoneses con una vuelta de tuerca, como los fideos fríos con mayonesa o el tteokbokki con el que Rodri casi muere de lo picante que estaba, aunque hay que admitir que una vez superado el shock inicial es todo un manjar.
Desconocemos si este es el verdadero nombre del local, porque es de esos sitios recónditos de los que nadie habla, pero lo que sí sabemos es que aquí el dongaseu, nombre que recibe en Corea del Sur el tonkatsu, os hará cancelar vuestro billete de vuelta para quedaros a vivir allí. En el pequeño local apenas hablan inglés y la carta viene únicamente en coreano, pero sus amables empleados harán todo lo posible para indicaros mediante fotos a qué plato corresponde cada nombre. Del dongaseu sólo podemos decir maravillas: es el protagonista de la carta y se puede pedir de distintas formas, ya sea solo o con diferentes tipos de salsas, pero siempre es muy crujiente por fuera y jugoso por dentro, y viene acompañado de arroz, col y alguna otra verdura. Nosotros pedimos el normal y el que lleva la típica salsa marrón coreana, un poco picante.
Un altar le deberíamos poner a esta casa de fideos. Primero, porque nos salvó del intenso calor del verano con sus fideos fríos y, segundo, porque son de los mejores que hemos comido en años debido a su receta secreta que se ha mantenido generación tras generación en la familia dueña del local. Con un menú de apenas cuatro platos, aquí tenéis que probar el memil guksu (cold buckwheat noodles), un plato tradicional de soba de trigo sarraceno y que sirven en dos bandejas de bambú apiladas, junto con sopa tsuyu para dippear los fideos en ella. Además, de acompañante os pondrán un riquísimo rábano encurtido.
Paseando por la zona de la Universidad Hongik nos topamos con Daengu Udon y sus udones fríos caseros servidos en enormes cuencos y con parte del propio caldo congelado, a modo cubito de hielo, para que se mantenga frío. Una muy buena opción si os pilla cerca y os apetecen fideos, además de que es una zona en la que todos los sitios suelen estar hasta arriba.
Detrás del museo de arte contemporáneo hay unas cuantas callejuelas llenas de sitios para comer, y nosotros nos dejamos caer por otra casa especializada en fideos (teníamos que aprovechar que apenas cuestan 5€). Pero independientemente del lugar, dos platos típicos que debéis probar son los kongguksu (fideos en caldo de leche de soja fría) y el yeolmu naengmyeon (fideos con caldo frío de kimchi de rábano de verano).
Güi: miniguía para comer barbacoa coreana
Hay un tipo de establecimiento que vais a ver por todas partes: los especializados en barbacoas coreanas. Sitios con grandes mesas con barbacoas de brasa en el centro sobre la que os cocinaréis vosotros mismos vuestra carne. Nosotros cometimos el error de turistas de caer en uno bien valorado en Tripadvisor (estábamos muy cansados de caminar durante todo el día con el calor, no nos apetecía pensar y, evidentemente, a veces también metemos la pata con los sitios a los que vamos), y que, aunque no estaba mal, resultó ser mucho más caro y con porciones muy pequeñas, en comparación de lo que más tarde vimos en otros lugares. Pero eso no nos impide recomendaros que os lancéis a las brasas y no dejéis de probar la barbacoa coreana. Como este tipo de comida requiere de cierto estudio previo, os vamos a hacer un breve resumen porque da para un post entero explicando todo el ritual:
A la hora de elegir un restaurante de este tipo os recomendamos que primero os aseguréis de que tengan extractor individual sobre la mesa, para no salir de allí ahumados y que miréis bien los precios, porque la carne no es precisamente barata en Seúl. Cuando pidáis os tocará la parte más complicada: elegir el tipo y corte de la carne (costillas marinadas llamadas galbi-gui, falda de cerdo…) la cual vendrá principalmente por gramos, pero tampoco os fiéis mucho de las cantidades porque hay que tener en cuenta que junto a vuestro pedido de carne vendrán unos cuantos banchan de aperitivo, así que con pedir un plato de carne por cada dos personas iréis bien servidos (pensad que esta es una comida para compartir), y si se os queda corto siempre podéis pedir algo más.
Una vez os traigan la comida pueden pasar dos cosas: la primera es que vosotros os encarguéis de cocinar la carne y cortarla, y la segunda es que el camarero se apiade de vuestras inocentes caras occidentales y os ayude un poco. Si preferís ser de los primeros os recomendamos buscar vídeos en Youtube para ir con la parte teórica aprendida.
Por último, pero no menos importante, está la forma en la que se come la carne: se suele mojarla en alguna de las salsas, ponerla en una hoja de lechuga con un poco de kimchi o alguno de los banchan, cerrar la hoja de lechuga y de un bocado todo para dentro.