¿Qué tendrá Suecia que nos vuelve locos? Quizás sea el frío, sus tranquilas calles, su arquitectura, lo bonito que es el sueco, que Bego estuvo de Erasmus en Malmö… o quizás sean los rollos de canela, las albóndigas o el hecho de que cualquier momento es bueno para un fika. Da igual, no nos faltan excusas para escaparnos a cualquiera de sus ciudades en cualquier momento del año, y esta vez le tocó el turno a Estocolmo. Y si sois como nosotros y queréis integraros en la sociedad sueca como auténticos locales, aquí va nuestra guía gastronómica de la capital sueca
1. Desayunos, meriendas y fika
Los suecos son unos de los principales consumidores de café del mundo, y esto no es de extrañar si tenemos en cuenta que una de sus mejores tradiciones es el fika. Se trata de una pausa para el café (acompañado de un bollo) en cualquier momento del día. Si alguien te propone un fika en el trabajo, es casi una obligación aceptarlo, y es muy habitual que hasta en las clases de la universidad, el día que toca hacer presentaciones de trabajos, el profesor se encargue de traer un carrito con café y bollos de canela. Pero el fika también se hace en cafeterías, claro, y nosotros fuimos a unas cuantas que además son perfectas para desayunar o merendar, y alguna incluso tiene platos salados para el almuerzo.
Bienvenidos a la «caballería», una cafetería situada dentro de uno de los edificios industriales más antiguos de Estocolmo y que era la panadería de la corona sueca. En ella podréis pedir desayunos con tostadas de centeno, sandwiches, boles, bollos de cardamomo o canela y siempre acompañados de té o café de especialidad, el cual seleccionan de diferentes tostadores escandinavos que van rotando. Además no debéis perder la oportunidad de ir para la merienda, porque la repostería es una joya, y si estáis en verano cuentan con una gran terraza para descansar y tomar un poco de sol.
Esta cafetería-tostador la teníamos en nuestra lista de imprescindibles por la reputación que se han ganado tanto en Suecia como a nivel internacional. Y, efectivamente, comprobamos que es más que merecida. Deliciosos cafés de máquina y filtro para poder elegir a vuestro antojo, tés, sandwiches y repostería sueca (los bollos de canela y los de cardamomo están de muerte). Eso sí, aunque para desayunar entre semana se nos quedó un poco pobre de opciones, los fines de semana tienen una propuesta de brunch bastante interesante. Imprescindible comprarse un paquete de café para tomar a vuestra vuelta a España.
Si vais a Suecia entre principios de enero y Semana Santa, os encontraréis con las pastelerías (e incluso supermercados) llenos de unos bollos llamados semlor (semla en singular). Consisten en una masa muy suave con un toque de cardamomo y rellena de pasta de almendra y nata montada, y son una auténtica perdición. En Bageri Petrus encontraréis unos de los mejores, pues no en vano está considerada de las mejores bakeries de toda Suecia (lo dice hasta el famoso Magnus Nilsson, cuyo restaurante Fäviken cuenta con dos estrellas Michelin), así que incluso si no vais en época de semlor, no dudéis en pasar por allí y probar sus bollos de canela o de cardamomo, solbullar, croissants, panes…
Cuentan con dos locales en Estocolmo, el primero a escasos metros de la biblioteca nacional, mientras el segundo, que es el que nosotros visitamos, está en el barrio de Södermalm. Su reputación le precede, siendo considerada una de las mejores cafeterías de Suecia (con premio que lo reconoce incluido) y entrar en Pascal es todo un placer para los sentidos: el olor del café se mezcla con el de la repostería saliendo del horno, su expositor de dulces embaucará vuestros ojos, el paladar saltará de alegría con el cremla (una creación que combina croissant y semla), y todo esto con el agradable sonido de la música y el leve murmullo de la gente hablando.
Alejado del centro, en el corazón de Vasatan, Kaffeverket se convierte en una parada obligatoria para tomarse un descanso y varios dulces suecos. Toda la comida es casera, cuentan con opciones veganas y la repostería es de las más ricas que vais a probar. Algunos de los dulces típicos que os podéis encontrar son las chokladbollar, unas bolitas de chocolate que suelen estar recubiertas de coco, o los bollos de cardamomo, hermanos de los de canela e igualmente impresionantes.
Es pensar en el simpático fantasma de su logo y empezar a salivar, primero porque nos dimos un brunch de campeonato y, segundo, porque fue nuestra última comida antes de subirnos al avión de vuelta. Se encuentra en la parte alta de Drottninggatan y, además de ser una cafetería con una decoración minimalista, la oferta va de la tradicional repostería escandinava hasta platos más completos como ensaladas, bowls de salmón, tostas de hummus de remolacha… con una carta que cambia constantemente con productos de temporada.
2. Comidas y cenas
La gastronomía sueca está en plena explosión creativa y a precios relativamente asequibles salvo cuando se trata de pedir alcohol, en cuyo caso vuestras tarjetas de crédito temblarán. Y en cuanto a eso, dos consejos rápidos: en todas partes tenéis agua gratuita en jarras o grifos, algo que se agradece y que en Madrid podríamos empezar a tomar de ejemplo. El segundo consejo es que os olvidéis de pagar en efectivo, muchísimos sitios ya ni lo aceptan, por lo que tenéis que tener cuidado si vuestro banco os cobra comisión por el cambio de moneda.
Hermano pequeño de Agrikultur, que cuenta con una Estrella Michelin y que basa su cocina en ingredientes sostenibles, de temporada y de proximidad, Bar Agrikultur parte de lo mismo para ofrecer una carta que varía cada día y en la que la idea es ir pidiendo pequeños platos para compartir, y acompañarlo de un buen vino. Su cocina es fresquísima y reinventa la cocina sueca con toques modernos, lo que hace que sea parada obligatoria en cualquier visita a Estocolmo. Nosotros nos enamoramos por completo de las bolitas de queso (súper cremosas y con una capa crujiente muy fina, seguimos soñando con ellas), pero también probamos delicias como la brocheta de lomo de cerdo, el kohlrabbi (colinabo o nabo de Suecia) asado con salsa de suero de mantequilla, hinojo y semillas de mostaza, el revuelto de champiñones suecos, ricotta y avellanas, o, de postre, el queso curado sueco con mermelada y pan de Petrus.
¿Estamos incluyendo entre nuestras recomendaciones el que sería el McDonald’s sueco? Pues sí, efectivamente, pero es que en realidad no tienen nada que ver con lo que ofrecen esas cadenas. En Max sólo utilizan carne proveniente de Suecia y se toman la calidad muy en serio, haciendo sus hamburguesas de acuerdo con la misma receta con la que empezaron cuando abrieron el primer local en 1968, incluyendo su salsa especial de la que os querréis llevar botes y botes en la maleta. Tanto es así, que sus hamburguesas (tanto las de carne como las vegetarianas) están consideradas las mejores del país entre las de los restaurantes de comida rápida (y mejores también que alguna que otra considerada más «gourmet»). Un consejo: si vais, en vez de pedir menú id directamente a por la cheeseburger de 15kr (alrededor de 1,50€, aunque el precio suele aumentar 1kr al año) y descubriréis un auténtico manjar a precio irrisorio.
Comer albóndigas en Estocolmo es algo que hay que hacer sí o sí pero que puede ser un poco caro, puesto que en los restaurantes más tradicionales es normal encontrar el plato de 6 unidades por unos 20-24€. Por eso es tan buena idea Meatballs for the people: si vais a mediodía, por unos 12€ podréis elegir entre tres tipos de albóndigas (las clásicas, las deluxe o las especiales de la semana, con opción vegetariana también disponible), y por un poco más si vais a cenar. Nosotros nos decidimos por las clásicas, con puré de patata, salsa de arándanos rojos y pepino, y os aseguramos que estaban impresionantes: tiernas, con muchísimo sabor, salsa cremosa y puré con verdadero sabor a patata. Además, en Meatballs for the people prestan mucha atención a la procedencia de la carne, seleccionando ganaderías suecas, y a que sea de granjas sostenibles.
Encabeza muchas de las listas de los mejores ramen de la ciudad, y lo cierto es que no es para menos. Se trata de un local pequeñísimo, con apenas unos 15 asientos, en el que dos hermanos preparan cuatro variedades de ramen (una de ellas vegana), siempre con ingredientes orgánicos y desde cero: hasta los noodles los hacen ellos. Sólo abren a mediodía (y ojo al horario, porque los suecos comen muy pronto) y es normal que haya que esperar cola para entrar, pero son bastante eficientes y organizados y, sobre todo, merece mucho la pena. Nosotros probamos el Tokyo Ramen y el Niboshi Ramen y nos enamoramos por completo del sabor del caldo, de los noodles y del tiernísimo cerdo marinado.