Hay un postre siciliano que poco a poco ha ido conquistando a los madrileños (y ya de paso alegrando a los italianos que viven aquí). Fue llegando a los restaurantes italianos que lo introdujeron en su carta de postres y ha ido asaltando las cafeterías y heladerías italianas de la ciudad. ¿Sabéis ya de qué os hablamos? De los cannoli, ¡claro! Aunque para nosotros hay un sitio que merece una mención especial: Zúccaru, la heladería siciliana por excelencia en Madrid, donde podréis comprar auténticos cannoli sicilianos y donde además cuentan con un kit genial con todos los ingredientes para prepararlos en casa.
Si nunca habéis probado un cannolo (singular cannolo, plural cannoli) os podemos contar que es uno de los dulces italianos más reconocidos del mundo. Y su fama no se la debemos solamente a sus breves pero épicas apariciones en Los Soprano o El Padrino, sino a esa combinación de sabores y texturas que genera adicción a todo el que lo prueba. Para empezar, los cannoli consisten en una galleta frita, como un canutillo con forma de pajarita, conocida como scorza (costra o cáscara), y que se elabora principalmente con harina, huevo, manteca, azúcar y sal, además de otros ingredientes que varían en función de la receta (por ejemplo, vinagre de vino, vino de Marsala, canela, cacao en polvo…). Esta galleta se rellena al momento de consumirla con crema de ricotta, sobre la que luego se pueden poner diferentes toppings al gusto.
¿Pero qué hace tan especiales a los cannoli de Zúccaru? Que vienen literalmente desde la mismísima Sicilia. Las galletas fritas las importan de un cannolificio (así se llaman los sitios especializados en su producción) de Palermo y para el relleno usan auténtica crema de ricotta siciliana. ¿Y lo mejor? Que, además de poder comerlos en su local o pedirlos para llevar, venden unos kits con todos los ingredientes listos para llegar a casa y montarlos.
El kit cannoli de Zúccaru se vende en dos formatos: el pequeño, conocido en Italia como cannolicchi y que es el que veis en las fotos, y el grande, que viene a ser el tamaño estándar (capaz de dejarte un bigote de ricotta y la nariz blanca, como marcan los cánones italianos). Ambos incluyen seis galletas fritas, una manga pastelera rebosante de crema de ricotta para rellenarlas y toppings como pistacho troceado, virutas de chocolate, y naranja y cereza confitada. Estos ingredientes pueden aguantar tres o cuatro días en casa, aunque nos parece sorprendente que alguien sea capaz de guardarlo tanto tiempo porque a nosotros nos dura lo que tardamos en tomarnos el café.
Este kit, y los cannoli en general, son perfectos como postre, merienda o para regalar por lo original y divertido que es pasarse la tarde rellenándolos. Y además, ¿a quién no le gusta que le regalen un dulce?